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Capítulo 26

Pothos

Ilustración creada por Paloma Agüera

He luchado contra los persas y conquistado los Balcanes. Conozco toda la Hélade, dormí en Anatolia. Pisé la tumba de Darío el Grande y caminé por la ruta de la seda. Mis fronteras se extienden más allá del Indo y en cientos de ciudades escribí mi nombre. Me he sentado a cenar con otras culturas, aprendido idiomas, unido a mi ejército extranjeros que encontré en el camino. He podido rezarles a otros dioses a la vez que al mío, traicioné a unos para favorecer a otros. Luché contra animales salvajes, anduve montañas inundadas por la nieve.

Renegué de Babilonia. Leí a Aristóteles. Me inspiraron héroes a los que superé y a los que todavía envidio. Tuve todos los amigos, algunos más de los que quería tener.

Leí más libros de los que podía recordar. Me fui llorando de  una nación por no haber hablado con cada una de las personas que la ocupaban, por no probar todas sus recetas, por no posar la planta de mis pies por todas sus calles. Me perdí cosas por quererlas todas. Siempre me sentiré culpable; por habérmelas perdido y por haberlas querido tanto.

Fui corriendo y llegué a todos los sitios para acabar por no estar en ninguno. Perseguí cosas sin saber por qué, como un gato detrás de un juguete, no supe qué hacer cuando estuvieron en mi boca, cuando muerdo  se me olvida saborear. Admiré al viajero y al oficinista. Al soltero y al casado. Al solitario y al acompañado. Envidié al pobre por su libertad y al rico por lo mismo. Quise ser uno y otro o todos a la vez. Sufrí de saudade por un recuerdo que nunca existió, eché de menos todo lo que pude haber sido, me reñí por no multiplicarme, estar solo en un sitio, decidir por algo en detrimento de otro, por haber elegido. Sufría de insomnio por no ser capaz de rebobinar la vida, por pensar que no podría volver a los sitios donde me dejaba algo por descubrir. No podía elegir mal si no tenía tiempo para deshacerme de lo elegido,  no podía fallar si no tengo margen para remendar un error.

Colonizar la vida con la meta y la presión de los 30, de los 33, de la consciencia de la finitud de la vida. Pura ambición por serlo todo, por concentrar toda una vida en una de un tercio.

—¿Qué habrá más allá del Indo y qué me estoy perdiendo si me quedo? —me pregunto.

—Ya estás perdido por pensar en irte —logro, a veces, responderme.

Pero cuando no me dejo llevar por el pothos*, encuentro todas las fronteras en un achuchón nocturno entre las sábanas de siempre, las cruzo en los libros cuando me detengo horas a leer entrelíneas una sola página, les hago un hueco en el sofá mientras dejo que el tiempo pase, mientras me adueño del segundero que no avanza cuando se rumia el presente.

Cuando descubro que me estoy dejando llevar por vivir rápido y morir joven, cuento los lugares, infinitos, que aparecen en el aburrimiento, en la rutina, en lo que damos por hecho: respirar, los sonidos que nos rodean, cocinar como si fuese un fin en sí mismo.

Si el pothos llega, si es que alguna vez se fue, me anclo a ella, porque ella guarda todas las selvas y montañas, los idiomas que quiero aprender, las incertidumbres que me turban y que ella misma me devuelve en forma de certezas. Ella es  Roxana, Parisatis y Estatira, pero también Hefestión, Olimpia de Epiro.

Ahora no tengo miedo cuando el pothos viene a asustarme con su ambición, ahora le espero con la confianza de estar en el lugar que quiero estar.

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*Término utilizado por los historiadores antiguos habitualmente para designar los impulsos que conducían a Alejandro Magno a realizar importantes hazañas, como atravesar un río, fundar una ciudad, visitar un territorio determinado, un lugar especial o unos personajes significados. Según la interpretación más generalizada, se trataba de una especie de deseo irracional por sobrepasar todos los límites, espaciales y temporales, en el que mediaba un cierto sentimiento de nostalgia por conseguir igualar las hazañas de los antiguos héroes. Dicho término expresaría las aspiraciones más difusas e inalcanzables del monarca macedonio, transformando el sentido habitual de nostalgia en un anhelo constante por lo desconocido, lo distante y lo inalcanzable.

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