Capítulo 27

SOMOS FAMILIA

Jornadas Moving Forward

Madrid, julio de 2023. 

Un grupo de personas que comparten antepasados lejanos, miedos, dudas y la necesidad de entender, se sientan juntos por primera vez sobre unas sillas que forman un corro. Durante los primeros minutos, mientras acaban por llegar todos, hay algunos silencios, lugares comunes en la conversación, “qué tal el viaje”, “qué calor hace en la capital”, disculpas por la demora. Las miradas tímidas de los unos a los otros, las frases medidas, superficiales, las conversaciones normativas, los “encantado de conocerte”, esperan la oportunidad para exponerse en este espacio que nos es desconocido, a pesar de lo común, a pesar de que sólo nosotros, personas que nunca antes se habían visto, hablamos un lenguaje que únicamente se puede entender en esta sala. 

La llegada del psicólogo, que hará las veces de presentador, moderador y amigo que conoce todas las historias individuales de los presentes, rompe un hielo que estaba deseando crujir. Ahora todas las miradas, ya no tímidas, si no esperanzadoras, se fijan en él, que sonríe y nos transmite su felicidad por estar presentes, porque algunos hayan venido desde tan lejos, por enfrentarnos a lo que nos hace y nos puede hacer tanto daño.

-¿Cómo os sentís?-pregunta cediendo el turno a los demás.

Silencio, medias sonrisas, no se ha roto tanto el hielo.

-Imagino que habrá nervios, dudas, pero también muchas ganas de compartir cómo nos sentimos respecto a la enfermedad, a la vida, a nuestras relaciones- dice el psicólogo para incitar la conversación- tenéis todos tantas cosas en co…

-Tengo miedo- dice nerviosa una chica joven cortando al especialista- tengo mucho miedo- continúa después de decir que el resultado de su test genético es positivo- pero la terapia me ha ayudado a no anticiparme, a disfrutar más de mi pareja, de mí misma, a saber que hay más gente como yo, que me pensaba sola.

Pide perdón por el llanto que acompaña sus palabras y esconde la mirada un tiempo hasta que escucha unas lágrimas como las suyas que le hablan, que se entienden a través de ese idioma que todos sabemos hace mucho pero que hoy es el primer día que empezamos a usar. Detrás de cada uno de nuestros ojos, algunos húmedos, otros empapados, hay conversaciones que no se nos han entendido ahí fuera, miedos profundos, genéticos, historias compartidas, vidas paralelas, el mismo reloj de arena, un segundero, sueños rotos por el peso del cromosoma, los mismos costes de oportunidad, el mismo somatizar, la vida corta, la búsqueda incesante de la intensidad, la culpabilidad ante la imposibilidad de no ser siempre feliz, la presión constante de la vejez, el legado, nuestros hijos, la anticipación, morir en pie o acabar la vida en una cama postrado.

Después del llanto conjunto, de la conversación sin palabras, no hubo más silencio hasta que nos despedimos, tampoco cumplidos. Sólo conversaciones puras, a pleno pulmón, a corazón abierto, sobre nuestras vidas. Refutando lo que decía uno, ilustrando con un ejemplo lo que le había pasado a otro en otro tiempo, en otro lugar. Risas por nuestra desgracia, ahora que no lo es tanto por ser acompañada. Acuerdos sobre lo somático: los tropezones que parecen avisos, los cambios de humor que solo son miedos, o hastío por el sistema que hemos creado y que nos impide vivir (nosotros tenemos la suerte de saber todo el valor que tiene ese verbo). Aunque ahora a mí me queda mucho más claro: Vivir, aunque yo pensase imposible que con el test en la mano se pueda seguir sonriendo, tener hijos, levantarse de la cama, preparar una oposición. Vivir, aunque imaginar lo que te espera le ponga trabas a amar, a cuidar de los tuyos, a mecerte en los segundos.

Vivir por la promesa de volver a vernos para que nuestra lengua no caiga en desuso aquí, en China, Uganda, Venezuela y allá donde esté esta gran familia.

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