Capítulo 10
Un truco de magia
Un día, un mago de los que sacan conejos de su chistera me propuso un juego.
-Coge una moneda-me dijo- obsérvala varias veces. Dale la vuelta, juega con ella. Comprueba que no tenga trampa. Que no está doblada, que sea perfectamente redonda, sin ondulaciones. Hazlo concienzudamente. Mira debajo de mi manga, no hay nada, ¿no?
La moneda era normal, de diez céntimos, y, a simple vista, no tenía nada que destacar. Sin dobleces, limpia. Con su cara y su cruz de toda la vida. La acababa de coger de encima de la mesa, donde también guardaba otros objetos cotidianos para la vida y el espectáculo de un mago: una cuerda, un sombrero, algunas cartas, dados. No vi nada especial en el corto espacio que le dediqué: tenía rugosidades en el canto, como todas las monedas de diez céntimos, el mapa de Europa en un lado y la cara de Cervantes por la otra.
-Tómate tu tiempo- insistió cuando vio que se la devolvía- constata que está todo en orden porque esta es y va a ser, la moneda más importante de tu vida- dijo ahora mirando al público- aunque no valga nada. Aunque acabe en un cajón olvidada, entre los asientos de un coche, en una fuente en Italia. Esta moneda te va a leer el futuro. Sujétala bien porque sabe todo de ti, guarda tu mayor secreto y tus peores miedos. Lleva contigo desde que naciste. Es tu amuleto. O tu mal de ojo.
Yo era la primera vez que veía esa moneda. Esa en específico quiero decir y, aunque no entendía muy bien a qué se refería con todo aquello el ilusionista, le seguí el juego en favor del espectáculo. Sonreí, no sé muy bien a qué y asentí a la vez que enseñaba al público dos sobres que contenían dos cartas de mí hacia mí escritas dentro de treinta años. Miré la moneda.
-No la sueltes, de momento. Te voy a hacer una pregunta que solo te puedo responder a ti: ¿quieres saber tu futuro? – dudé durante algunos minutos, pero justo antes de contestar y viendo que entre el público empezaban a levantarse manos ofreciéndose, levantó la voz y concluyó- hoy no puede ser otro, y normalmente este truco no puedo hacerlo por falta de alguien específico entre el público, la mayoría de personas son esclavas del azar y están condenadas a que la casualidad del caos sea su única certeza. La magia es una ciencia exacta, para poder leerte el porvenir, tienes que tener un destino e, insisto, aquí eres el único que lo tiene, eres especial ¿quieres conocer tu futuro?
-Sí- acabé diciendo un poco por la presión de la mirada fija de los asistentes, no quería chafar la representación, al final era solo un truco- ¡sigamos!- acabé por decir justo antes de que empezaran los aplausos.
-Tu vida ya está escrita en ambos lados de esa moneda- continuó el mago mientras la señalaba y ponía cara como de estar intentando traspasarla- Por el lado de la cara, hay una historia medio en blanco, en la que todavía puedes escribir, pintar lo que quieras, decidir, aparentemente, sobre tu propia vida, jugar a ser el Dios de ti mismo- hizo un parón para sonreír y mirar a todos, como el que espera un reconocimiento cuando termina de dar una gran noticia. Antes de que nadie reaccionara, las luces del escenario se apagaron casi por completo, el mago cambió su cara, lo único iluminado de toda la sala y comenzó a hablar con un tono tenebroso mirándome fijamente y con intención de asustarme- Sin embargo, por el lado de la cruz, la historia está completamente escrita, sin margen de maniobra. Alguien ya ha hecho el trabajo de jugar a ser Dios por ti y estarás encerrado en tu cuerpo aunque no quieras.
Hubo unos segundos de silencio muy intensos, la actuación se estaba convirtiendo en algo que me molestaba en lo personal y los ojos acusadores de toda una grada morbosa tenían intenciones que iban mucho más allá del juego, querían verme emocionalmente al límite.
-Tira la moneda, la suerte está echada.
Como un autómata, sin pensar muy bien que estaba haciendo algo que realmente no quería hacer, lancé la moneda hacia arriba y el tiempo que tardó en caer se hizo una eternidad: miraba el giro e intentaba hacer cálculos mentales basados en la nada para que nunca fuese cruz, para que una fuerza externa de la naturaleza, algún Dios, algo, determinase que tendría alguna posibilidad de caer en la cara. Cuando empezó a rebotar varias veces, escuchaba el sonido del canto como un silbido en el oído, vibraba, igual que la respiración de los asistentes, del mago que se reía maquiavélicamente esperando para darme el resultado definitivo. Como por supervivencia, en un acto sin premeditar, igual que había lanzado la moneda, logré pisarla justo antes del último rebote, sin ver el resultado, me agaché con los ojos cerrados, la guardé en mi bolsillo y pasé, a la vez que aguantaba los abucheos de la gente y los gritos del mago, varios minutos dándola vueltas dentro de mis pantalones. Cuando llegué a casa, abrí un cajón, volví a cerrar los ojos y la dejé, junto con los sobres, guardada para siempre.
Elegí no saber qué me había tocado, pero la moneda sigue aquí, conmigo, con su verdad ya escrita. Tú, lector, libre de mis miedos, puedes leer mi futuro: “Tira la moneda, la suerte está echada.”
Ha sido suerte, y eso que en ningún momento quisimos jugar. Como ves, algunos podemos tener en cuenta más el destino que el azar, aunque siempre haya negado su existencia, aunque mantuve la moneda guardada en ese cajón hasta que parece, por la edad, que ya no nos va a tocar . Me he librado, te has librado, de Cruz. Suerte, ahí no podíamos hacer nada. El 50% de una casualidad atómica de cromosomas que se juntan una noche, una mañana, en un acto de amor. Todo esto no hubiera pasado si no hubieras nacido, tu existencia ha sido tu condena, el peso de la incertidumbre, el ¿qué pasara? La mochila cargada del me quiere no me quiere al deshojar una margarita, con el miedo y la esperanza haciendo una balanza constantemente presente que, cuando querías mirar más allá, hacer planes, fantasear con un futuro, acababa decantándose hacia Cruz, hacia la enfermedad, hacia la otra cara de la moneda. Como si no todo tuviese otra cara.
Como si librarte de esta mochila que ahora mismo te estoy despojando te iba a salvar de otras ruinas, de otras incertidumbres. No existe Cara sin Cruz, aunque en tu caso, el mío, parezca que una sea una cima y el otro un abismo. Nos he librado (¿yo?) de la gran mochila, pero tengo otras tantas. No lo había planeado, no he hecho nada para quedarme en este 50%, para salvarte (¿yo?). Suerte sin querer jugar. Lotería que toca sin comprar el boleto. ¿Esperabas otra cosa? Quizás creías en mí, en ti en treintas años, el salvado, Cara, una irradiante persona libre de cromosomas dañados. Me alegra haber escapado, pero la existencia no para de inventarse preocupaciones futuras, fantasías obscenas, derrotistas, que muchas se cumplen.
Por mucho que me acueste pensando que al día siguiente será otra cosa, por mucho que tenga la libertad de fantasear que elijo mi existencia, ésta es muchas más monedas lanzadas al aire, al azar, por mucho destino que nos hayan dicho que teníamos escrito. Lo único que queda es el hacer, aunque eso tampoco te asegure nada. Al menos somos libres tú y yo, yo, porque, ¿acaso no somos el mismo?, de poner el primer ladrillo para hacer nuestra casa, aunque luego quede torcida, aunque no todo quede como habíamos imaginado. No hagas muchos planes, hacerlos es el primer paso para que no sucedan. El futuro no es el mejor lugar para guardar tus secretos, en cuanto le cuentas tus fantasías, tus propósitos, tus proyectos, se alinea para entorpecerlos. Puedes escribir tu historia, serás libre de Cruz, pero no lo hagas en un papel ni en una mente fantasiosa antes de irte a dormir, las palabras son ligeras.
Escribe los cinco sentidos: un buen plato de comida, un atardecer en el mar, los pies calientes de una mujer al entrar en la cama, esa canción que hace el pasado muy presente, petricor. Descubrir la mecánica del segundero. Pensar en el futuro es acercarte a la muerte. Ahora es lo único real que tienes.
Suerte, como casi todo. En un sentido u otro, malo sería no aceptar lo que no se puede cambiar. Hasta aquí hemos llegado o, a partir de aquí empezamos algo nuevo. De alguna manera no dejarás de ser tú, joven, algo más mayor, algo más dañado. Espero que todavía veas en mí algo de ti. El vello de las piernas, no sé, una onomatopeya que lleva toda la vida contigo, conmigo, con nosotros, ¿ves en mí un ombligo que te resulte familiar?, ¿reconoces estos ojos como tuyos? Ahora tan perdidos ¿Sigo siendo tú?, ¿qué queda de nosotros más allá de unos cromosomas dañados? Un eslabón imperfecto que una noche de sexo decidió tirar esta moneda que te condena, ¿te salva? Estoy preso en un cuerpo que ya no responde y una mente que hace tiempo no se puede expresar, si al menos me quedara eso, si al menos tuviese la posibilidad de pensar de forma ordenada y poder contarlo.
Uno deja de ser humano cuando no se puede comunicar, cuando se rige exclusivamente por ritmos biológicos que no entienden ni de convencionalismos ni de las rutinas protocolarias más sencillas, la norma social se olvida cuando te conviertes en un animal. Me estoy meando encima. Soy un mamífero incompetente destrozando las teorías de Darwin ¿Dónde están los depredadores? Por favor, venid a salvarme.
Me quiero morir, hace tiempo, pero no tengo libertad ni para eso, ¿sabías esto?, ¿te imaginabas querer morirte? Seguro que aquí no te reconoces, soy tú intentando no asustarte, pero lo estoy haciendo, te ha tocado el lado de la moneda que nadie quería, una casualidad histórica, como todo, ¿no? Un 50% no es tanto, solo una mitad de algo, ¿cuántas veces esa probabilidad te fue totalmente indiferente? Nuestras decisiones no son eternas, ni nuestras victorias o derrotas ¿cuántas veces fuiste capaz de cambiar tu destino con tus actos? Ya ni sueño con ello, no hay esperanza ni frustración, libertad es tener, aunque sea, una mínima posibilidad de cambiar el rumbo de las cosas, acostarse pensando que, quizás, al día siguiente pueda ser diferente. ¿Acaso mantenerse vivo no es proyectar? ¿Qué sentido tiene la vida sin poder fantasear?
El presente es el espacio para cargarse de esperanzas. Que sean a corto plazo, ya está aquí, contigo, conmigo, aunque no creas que somos el mismo, aunque te mires y lo niegues. Sueños grandilocuentes, planear el otro 50%, el sueño de todos los hombres, la religión, darle tiempo al tiempo, como si en algún momento él se fuera a sentar con nosotros para devolvérnoslo, nunca fue nuestro, defendemos en zona. No hay consciencia sobre la matemática de la muerte, sobre la exactitud de su existencia, más muerte para la vida. Ya está aquí, contigo, conmigo, aunque no creas que somos el mismo, aunque te mires y lo niegues. Sueños, planear por el 100%, lo que se acerca al siguiente número del reloj, sabor a fuego lento, hoy, regatear la ambición, la ansiedad, con tu piel, la piel de gallina por el presente continuo, el verbo estar, huele a tierra mojada, posponer, cerrar los ojos teniéndolos muy abiertos, pies fríos, crepuscular en el mar, sudar por exceso, un bombón de chocolate, descubrir la mecánica del segundero: tic, respira, no corras, hay belleza entre tanta milésima, tac.
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