Capítulo 11
Darwin
-Algunos animales se comen a sus crías- dice el guía al tiempo que saco a uno de mis pacientes de las fauces de un tigre.
– Deja de jugar, Tomás- insisto- ¿no ves que no se pueden tocar?
Segundos después, y casi sin tiempo para que el felino no se coma al paciente, un orangután ha agarrado a Juanita por el cuello y está intentando axfisiarla. Una vez que Tomás está a salvo me acerco, pero Juanita hace años que está inmóvil sobre su silla de ruedas y su incapacidad no ayuda en el momento de recuperar su vida. Uno de los enfermos se acerca, en mitad de mi lucha, y balbuceando me dice:
– Auxiliar, Timón nos está atacando.
Dejo al primate, a uno de ellos, con la silla de ruedas y, a mi espalda, cientos de suricatos que parecían adorables pelean contra los pacientes que, como comentó el guía al inicio de la visita sin mucho acierto, “aún son bípedos”. Los suricatos son más escurridizos y, aunque tienen menos fuerza que el tigre o el orangután, hay muchos y están acompañados por ratas trepadoras que suben por las piernas y que algunos enfermos logran quitarse , sin darse cuenta, “gracias” a sus movimientos espasmódicos involuntarios.
– Se llama infanticidio continúa el guía, que parece totalmente ajeno al juicio final que se está librando en la sala – y lo hacen para asegurar la supervivencia de la especie. Lo que no va a sobrevivir, pienso, va a ser mi salario, mis pacientes y el centro de día que ha organizado esta excursión al Museo de Ciencias Naturales.
– De esta manera solo viven los más aptos – sigue el guía dirigiéndose a Tomás, que ahora es devorado por un oso perezoso – ya que el cuidado de su descendencia enferma puede perjudicar el desarrollo de su linaje y la reproducción de la descendencia genéticamente válida.
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